Un príncipe a mis 35 by Myrian González Britos

Un príncipe a mis 35 by Myrian González Britos

autor:Myrian González Britos
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2018-07-07T22:00:00+00:00


Días después…

Nuestros amigos volvieron a sus mundos, dejando un enorme hueco en nuestros corazones. Tras la noche nupcial vikinga: Jessica, Mariluz y Cris viajaron a sus pueblos. Anna y Marcello las siguieron al día siguiente con Paula y Gigo.

—Los echaré en falta, vikingo —murmuré mientras me pasaba algo de crema hidratante—. ¡Fue mágico conocerlos!

Me acerqué al cuarto de baño y escruté embelesada a mi delicioso y sexi marido. La espuma blanca del champú se deslizaba por su ancha y bronceada espalda lentamente, al igual que mis ojos, entretanto Beyoncé irrumpía el cuarto con su sensual canción «Haunted». Un suspiro hondo y sonoro se me escapó cuando giró y exhibió su gran martillo vikingo. Mi parte íntima resopló hastiada, ya que estaba imposibilitada para ciertas diversiones. Jonás movió sus manos sobre su cabeza, dibujando con aquel simple gesto cada músculo de su abdomen definido.

«Ñam ñam».

—Pues la semana que viene volverás a ver a Jessica —repuso al tiempo que se enjuagaba la cabeza—. En el concierto de Pablo López.

Apagó la ducha y me dirigió una mirada divertida al ver mi cara de zombi a punto de atacar a su presa. Se acercó tras enjugarse con la toalla y me dio un tierno beso.

—Además, ellas volverán para el campeonato —succionó mi labio inferior—. Este fin de mes…

Besé sus pechos musculosos con ojos entrecerrados al tiempo que aspiraba su olor a jabón de almendras, champú de fresa y a hombre.

—Dios, ¡eres adictivo, vikingo!

Rio de buena gana antes de alejarse para secarse la melena. Hice un puchero y me aparté tras devorarle con los ojos. Me senté en la cama y cogí mi móvil. Abrí mi cuenta de Instagram, donde me encontré con un vídeo en mi buzón. Abrí el mismo y tras ello…

—Oh, Dios —dije llorando.

Jonás se secaba la melena rubia y sedosa con una toalla blanca cuando me vio sollozar de repente.

—Oh, cielo —musitó antes de sentarse a mi lado en la cama—. No estarás viendo algún vídeo sobre maltrato animal, ¿no?

Me sorbí con fuerza por la nariz antes de lograr articular una palabra.

—Te… te… —tuve un ligero ataque de hipos—, han enviado este vídeo, mi amor.

Giré el móvil en su dirección y le enseñé el vídeo de Tobías. Jonás escrutó atento el mensaje que le envió aquel dulce e inocente niño.

—Tiene leucemia —acoté llorando a lágrima viva—. Su gran sueño es conocerte, vikingo.

Su madre me explicó a través de un mensaje que Tobías era fan de los surfistas desde sus diez años. El año pasado conoció a Jonás aquí, durante un campeonato local. Mi marido no lo recordaba, y menos sin pelo.

—Oh, Valentina —se limitó a decir con la voz enronquecida—. Iré a verlo mañana mismo.

Me estrechó contra su cuerpo. Su piel fresca me erizó toda la piel. Su aroma peculiar irrumpió mis fosas nasales. Solté un jadeo profundo, como si hubiera hecho una carrera de varios kilómetros seguidos. Tobías tenía poco tiempo de vida, se moría de manera irremediable, ya que su cuerpo no estaba respondiendo al tratamiento como los médicos deseaban.



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